Reconectar con tu Yo interior

Podrás transformar tus patrones de carencia

Beatriz Álvarez

7/5/20243 min read

En algún rincón de tu interior vive una parte de ti que sigue esperando ser vista, amada y abrazada. Esa parte no ha crecido con los años. No se volvió adulta ni lógica ni fuerte. Esa parte siente, sueña, se asusta y desea con una intensidad que muchas veces tú misma olvidas. Esa parte es tu niña interior.

Reconectar con ella no es un ejercicio de nostalgia. Es un acto de sanación. Porque gran parte de los patrones de carencia que hoy repites —en tus relaciones, en tu autoestima, en tu abundancia— no vienen del presente, sino de una infancia emocional que no fue del todo acompañada. Y hasta que no mires a esa niña a los ojos, seguirás buscando en el afuera lo que solo tú puedes darle.

La niña interior representa tu mundo emocional primario: tus primeras vivencias con el amor, el cuidado, la seguridad, la validación. Si no recibiste lo que necesitabas —aunque no haya habido mala intención— es probable que se hayan formado vacíos. Y como todo lo no atendido, esos vacíos crecen en forma de necesidad, de miedo, de dependencia, de autoexigencia o de desconfianza.

Los patrones de carencia no son errores. Son adaptaciones. Son formas que aprendiste para sobrevivir en un entorno emocionalmente limitado. Aprendiste a complacer para no ser rechazada, a hacerte fuerte para no mostrar tu vulnerabilidad, a merecer para sentirte amada, a no necesitar para que no te doliera la ausencia.

Pero ahora, ya no eres esa niña. Hoy tienes herramientas, conciencia, recursos. Hoy puedes darte lo que ella no tuvo. Hoy puedes sanar desde el presente lo que dolió en el pasado. Y eso se hace volviendo a mirar a tu niña con amor.

Reconectar con tu niña interior es preguntarte: ¿qué necesitaba yo y no recibí? ¿Qué palabras me hubiera gustado escuchar? ¿Qué gestos me hubieran hecho sentir segura? Y empezar a ofrecerte eso, tú, aquí y ahora.

Es permitirte llorar por lo que no fue. Por las veces que no te sostuvieron, que no te vieron, que no te comprendieron. No para quedarte en el dolor, sino para liberar. Para dejar de cargar una herida que ya no te pertenece.

También es empezar a protegerla. A poner límites que antes no supiste poner. A alejarte de vínculos que la lastiman. A elegir entornos que la honren. Porque una vez que la abrazas, no la vuelves a soltar. Te haces responsable de ella. La priorizas. La defiendes.

Cuando te reconcilias con tu niña, algo cambia profundamente. Tu voz interna deja de juzgarte. Tus decisiones se vuelven más amorosas. Tus relaciones se ordenan. Porque dejas de buscar en los demás al padre o a la madre que no tuviste. Y empiezas a elegir desde la plenitud.

Los patrones de carencia no desaparecen mágicamente. Pero cuando los observas desde el amor, empiezan a transformarse. Cada vez que eliges desde el amor propio y no desde la necesidad, estás reescribiendo tu historia. Cada vez que te hablas con ternura, estás reparando. Cada vez que te permites jugar, descansar, soñar, estás recordándole a tu niña que la vida también puede ser liviana.

Y sí, a veces dolerá. A veces volver a sentir removerá emociones profundas. Pero también es profundamente liberador. Porque cuando habitas tu niña, tu alma respira. Porque ella no está rota. Solo está esperando ser reconocida.

Si sientes que vives repitiendo vínculos que te duelen, que te cuesta sentirte merecedora, que hay un vacío que nada llena… tal vez es momento de volver a ti. De volver a ella. De tomar su mano y prometerle que esta vez no la vas a abandonar.

Estoy aquí para acompañarte en ese proceso. Puedes agendar tu primera sesión desde mi web o llamarme directamente. Junt@s podemos entrar en ese espacio sagrado donde tu niñ@ y tú se reencuentran, se abrazan y sanan. Porque mereces vivir con más ternura, más fuerza y más verdad.