Rasgos de personalidad y heridas emocionales
Cómo se configuran y cómo sanarlos
Beatriz Álvarez
1/23/2025
Nuestra personalidad no es algo con lo que nacemos cerrada y definida. Es una construcción compleja, dinámica, moldeada tanto por nuestra esencia como por las experiencias emocionales que atravesamos, especialmente en la infancia. Lo que hoy llamamos "formas de ser" muchas veces no son otra cosa que mecanismos de defensa que desarrollamos para sobrevivir emocionalmente a un entorno que no supo, no pudo o no quiso sostenernos del todo.
Es en los primeros años de vida cuando se instalan las heridas emocionales fundamentales: abandono, rechazo, humillación, traición, injusticia. Cada una de ellas deja una marca, una forma de protección que, con el tiempo, se convierte en un rasgo de personalidad. Y si no la hacemos consciente, la confundimos con “esto es lo que soy yo”. Pero no siempre es así. Muchas veces no somos nosotros, sino nuestro dolor hablando a través de nosotros.
Quien fue herido por el abandono puede desarrollar un fuerte miedo a la soledad, y convertirse en alguien dependiente, complaciente o en una persona que evita todo vínculo emocional profundo por miedo a ser dejado. Alguien marcado por el rechazo puede encerrarse en una actitud fría, distante, racional, aparentando autosuficiencia pero con un vacío enorme en el corazón.
La herida de humillación puede dar lugar a personas que se vuelven extremadamente sensibles a la opinión ajena, con una necesidad de validación constante, o que desarrollan un perfeccionismo extremo para evitar ser expuestos. La traición muchas veces origina personalidades controladoras, que no confían en nadie, que necesitan tenerlo todo bajo control para no volver a sentirse vulnerables. La injusticia puede dar lugar a una rigidez emocional, a un exceso de autoexigencia o a una crítica constante hacia sí mismos y hacia los demás.
Estas heridas no solo configuran cómo nos mostramos, sino también cómo percibimos el mundo. Si fuimos invalidados, es probable que estemos siempre a la defensiva. Si aprendimos que el amor se gana, viviremos en una lucha constante por merecer. Si aprendimos que nuestras emociones eran “demasiado”, intentaremos reprimirlas para no incomodar.
Y así, poco a poco, sin darnos cuenta, nuestra verdadera esencia queda oculta bajo capas de protección. El niño libre, amoroso, espontáneo y creativo que fuimos va silenciando su voz para adaptarse, para sobrevivir, para ser querido. Y esa adaptación, aunque fue necesaria, se convierte en una jaula si no la reconocemos y comenzamos a transformarla.
Pero aquí está la parte luminosa: todo rasgo de personalidad que nació como defensa puede ser liberado. Podemos aprender a ser nosotros mismos sin vivir desde la herida. Podemos abrazar nuestra historia sin quedarnos atrapados en ella. Podemos sanar.
El proceso de sanación empieza cuando dejamos de preguntarnos “¿por qué soy así?” y comenzamos a preguntarnos “¿qué historia hay detrás de esto que me duele?”. Es un camino de profunda honestidad, de compasión por lo vivido y de compromiso con lo que queremos construir.
Identificar nuestras heridas no es victimizarnos, es empoderarnos. Es darnos el permiso de revisar, resignificar y soltar lo que ya no nos sirve. Es abrir espacio para que la autenticidad vuelva a florecer.
Trabajar con las heridas emocionales implica sentir lo que no se pudo sentir, llorar lo que no se lloró, decir lo que nunca se dijo. Es un proceso delicado, pero profundamente liberador. Y muchas veces necesitamos acompañamiento para atravesarlo.
A través del acompañamiento terapéutico adecuado, podemos:
— Reconocer los patrones emocionales que nos están limitando. — Comprender cómo nuestras relaciones actuales reflejan nuestras heridas antiguas. — Aprender a poner límites sin culpa. — Reeducar la voz interna para que deje de juzgar y comience a cuidar. — Y, sobre todo, permitirnos volver a ser quienes realmente somos: seres sensibles, valiosos y dignos de amor incondicional.
Ninguna herida define tu valor. Ninguna defensa es permanente. Tu historia puede ser sanada. Tu personalidad puede volver a ser un reflejo de tu verdad, y no de tu dolor.
Y si algo dentro de ti se ha movido al leer esto, si sientes que ya es hora de dejar de vivir en función de tus heridas, te invito a dar un paso hacia tu transformación. Puedes reservar una cita para empezar tu proceso de acompañamiento emocional conmigo. Juntas podemos explorar lo que duele y empezar a abrir espacio a lo que quiere florecer.
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