El derecho a desear

Sanar la culpa asociada al placer y la expansión personal

Beatriz Álvarez

4/11/2023

Hay algo sutil pero profundamente arraigado en muchas mujeres: la creencia de que desear está mal. Que si deseas más, eres ambiciosa. Que si te expandes, incomodas. Que si eliges el placer, eres egoísta. Que si priorizas tu bienestar, estás dejando a alguien atrás. Y así, muchas viven con culpa. No por hacer daño… sino por atreverse a vivir más plenamente.

El deseo es una fuerza sagrada. No es capricho. No es exceso. No es debilidad. Es una expresión profunda de tu alma que te dice qué quiere explorar, crear, vivir. Es la energía que te mueve, que te guía, que te conecta con lo que te hace sentir viva. Sin deseo, nos apagamos. Nos quedamos en la obligación, en lo neutro, en la repetición.

Pero muchas veces ese deseo fue silenciado. Desde pequeñas aprendimos a postergarlo. A dejarlo para después. A priorizar a los demás. A no molestar. A no “querer tanto”. Y cuando el deseo asomaba, nos enseñaron a tenerle miedo. Porque desear implicaba movimiento. Cambio. Elección. Poder.

Y claro, eso asusta. Porque el deseo te hace mirar lo que no quieres ver. Te enfrenta con lo que ya no vibra. Te pide tomar decisiones. Y sobre todo, te obliga a sostener tu expansión, aunque otros no lo entiendan.

Muchas mujeres cargan con culpa solo por querer más. Más paz. Más gozo. Más espacio. Más verdad. Más belleza. Más placer. Como si no tuvieran derecho. Como si tener ya lo básico anulara toda posibilidad de querer algo más profundo, más grande, más libre.

Pero el deseo no es el problema. La culpa lo es. Esa culpa heredada, sistémica, aprendida. Que dice que el placer es sospechoso. Que cuidarte es un acto egoísta. Que brillar es vanidoso. Que gozar es “demasiado”. Que vivir desde tu fuego interior es peligroso.

Sanar esa culpa es un acto revolucionario. Es empezar a mirarte con otros ojos. Es preguntarte: ¿Quién me hizo creer que desear me hacía menos valiosa? ¿Qué historia estoy repitiendo cada vez que me saboteo? ¿Qué partes de mí estoy dejando fuera para no molestar?

Sanar es también darte permiso. Para desear con claridad. Para decir: “Esto quiero”. Sin tener que justificarlo. Sin pedir aprobación. Sin minimizarlo. Porque el deseo claro abre puertas. Trae dirección. Ilumina el camino.

Y no, no todo deseo se cumple de inmediato. Pero todo deseo verdadero te mueve hacia tu autenticidad. Te alinea. Te conecta. Te da fuerza. Te devuelve a ti.

Recuperar el derecho al placer es un portal de sanación. Porque el placer no es solo físico. Es emocional. Espiritual. Energético. Está en cómo habitas tu cuerpo, en cómo respiras, en cómo saboreas la vida. Está en permitirte disfrutar sin sentir que estás haciendo algo mal. Sin estar esperando que algo “malo” pase por haberlo pasado bien.

También está en dejar de vivir solo desde el deber. Desde el esfuerzo. Desde la responsabilidad que pesa. Está en crear una vida que no solo sea funcional, sino también nutritiva. Llena de pequeñas alegrías, de instantes de conexión, de elecciones que te expanden.

Puedes empezar reconociendo dónde reprimes tu deseo. ¿En tus relaciones? ¿En tu cuerpo? ¿En tu expresión creativa? ¿En tu forma de disfrutar? ¿En tu trabajo? ¿En tu forma de habitar el mundo? Obsérvate con honestidad.

Luego, honra tus deseos. Escríbelos. Nómbralos. Siente cómo se mueven dentro de ti. Aunque no los cumplas ahora. Aunque no sepas cómo. El primer paso es reconocerlos. Dejar de juzgarlos. Dejar de esconderlos.

Y empieza a elegir. Pequeños actos de deseo cada día. Un espacio para ti. Un descanso sin culpa. Una conversación honesta. Un placer sin explicación. Un “sí” donde antes decías “quizás”. Un “no” a lo que ya no quieres sostener.

Si hoy sientes que algo en ti quiere más, si te das cuenta de que has apagado tu deseo por miedo, por culpa, por costumbre… estoy aquí para acompañarte. Puedes agendar tu primera sesión desde mi web o llamarme directamente. Juntas podemos trabajar para liberar la culpa, reconectar con tu fuego interno y construir una vida más gozosa, más auténtica, más tuya.