Cómo reprogramar la desvalorización interna
Recupera tu poder
Beatriz Álvarez
2/17/2025


Sentirse insuficiente, pequeño o invisible no siempre tiene que ver con lo que está pasando afuera. Muchas veces, ese malestar silencioso nace de una raíz más profunda: la desvalorización interna. Una voz que vive dentro de nosotros y que, casi sin darnos cuenta, cuestiona cada paso, minimiza cada logro y nos recuerda que “no somos suficientes”.
La desvalorización interna no se aprende de un día para otro. Es una programación emocional que se instala muy temprano, muchas veces en la infancia, cuando no fuimos validados, vistos o escuchados como necesitábamos. A veces surge de padres exigentes o fríos, otras de experiencias de rechazo, abandono o humillación. Incluso el entorno escolar, social o cultural puede sembrar esas semillas que, con el tiempo, echamos raíces como verdades.
Y entonces crecemos, pero esa programación sigue activa. La llevamos al trabajo, a las relaciones, a los proyectos personales. Y aunque afuera todo parezca estar en orden, adentro hay una voz que nos sabotea, que nos exige más, que nos compara, que nos quita valor.
Frases como “seguro no es para mí”, “¿quién soy yo para intentarlo?”, “esto no me lo merezco”, “siempre fallo”, son algunos ejemplos de cómo esta desvalorización se expresa en nuestra mente. Y el efecto es poderoso: no solo condiciona nuestras decisiones, sino también nuestra energía vital. Nos quita fuerza, motivación, alegría.
El problema no es tener esa voz interna. El verdadero problema es haberla creído durante tanto tiempo. Haberla alimentado sin darnos cuenta. Y aquí es donde empieza la transformación: en aprender a distinguir esa voz de nuestra verdadera voz.
Reprogramar la desvalorización interna no es taparla con frases positivas vacías. Es hacer un trabajo profundo de observación, compasión y reconstrucción. Es volver al origen para comprender, y desde ahí, construir una nueva narrativa sobre quiénes somos.
El primer paso es reconocer cuándo estás actuando desde la desvalorización. ¿Postergas proyectos por miedo a fallar? ¿Te cuesta recibir halagos? ¿Dudas constantemente de ti aunque los demás confíen en ti? ¿Te exiges más de lo que puedes sostener? Todo eso habla de una raíz interna que necesita ser escuchada.
El segundo paso es nombrarla. Porque lo que se nombra, se empieza a liberar. Puedes decirte con honestidad: “Siento que no soy suficiente, y eso me duele. Pero ya no quiero seguir viviendo desde esa creencia”. Nombrar la herida no es victimizarse, es empezar a sanarla.
El tercer paso es cultivar una nueva forma de hablarte. Cambiar el diálogo interno es esencial. Y no se trata de repetirte frases que no sientes, sino de comenzar a hablarte con respeto, con verdad, con presencia. “Estoy aprendiendo”, “Estoy creciendo”, “Estoy haciendo lo mejor que puedo”, son afirmaciones reales que sostienen y nutren.
La desvalorización también se reprograma desde el cuerpo. Porque muchas veces, la herida no solo está en la mente, sino en la postura, en la respiración, en la forma en que habitamos el mundo. Practicar presencia corporal, respiración consciente, movimiento libre, ayuda a reconectar con la sensación interna de poder.
Otro aspecto fundamental es rodearte de personas que te reflejen tu valor. El entorno influye más de lo que imaginamos. No podemos sanar del todo si estamos rodeados de miradas que nos recuerdan esa herida. Elegir vínculos sanos, espacios donde puedas ser tú, es una medicina poderosa.
Y por supuesto, el proceso terapéutico puede ser una herramienta transformadora. Porque muchas veces, la herida de desvalorización es tan antigua y está tan normalizada, que necesitamos una mirada externa amorosa que nos ayude a verla y a reescribirla. La terapia no te da respuestas mágicas, pero te acompaña a encontrarlas dentro de ti.
Recuperar tu poder no significa convertirte en alguien perfecto, invencible o exitoso según los estándares de afuera. Significa recordarte quién eres más allá del miedo, del juicio, del condicionamiento. Significa reconocer que vales por existir, por ser, por respirar. Que tu presencia ya es valiosa. Que no necesitas demostrar nada para merecer amor.
Y sí, puede que al principio cueste. Puede que aparezca la duda, la vergüenza o incluso la rabia. Pero cada vez que eliges hablarte con amor, cada vez que te permites descansar sin culpa, cada vez que haces algo que te da miedo pero te acerca a tu verdad, estás reclamando un pedazo de tu poder.
Hoy puedes empezar. Hoy puedes decir “basta” a esa voz que te achica. Hoy puedes darte permiso para ser suficiente tal como eres. Para avanzar sin tener todo resuelto. Para equivocarte sin perder tu valor. Para mirar tu reflejo y ver, al fin, a alguien digno, fuerte y completo.
Si sientes que ha llegado el momento de romper con esa desvalorización silenciosa y reconectar con tu poder interno, estoy aquí para acompañarte. Puedes agendar tu primera sesión a través de mi web o llamarme directamente. Estás a un paso de empezar a construir una relación diferente contigo. Más real. Más amorosa. Más tuya.
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